La Orden del Temple, no solo fue una orden militar de caballeros que defendían los lugares santos de Tierra Santa y protegían a los peregrinos cristianos, sino también una comunidad monástica profundamente influenciada por la teología cristiana de su tiempo. Uno de los pilares fundamentales de su espiritualidad y misión era la concepción de Cristo como Rey, un concepto profundamente arraigado en la doctrina cristiana. Para los templarios, Cristo no solo era el Salvador y Redentor del mundo, sino también el Rey Soberano que gobernaba sobre toda la creación, y bajo cuyo estandarte luchaban.
La Realeza de Cristo en la Tradición Cristiana
El concepto de Cristo como Rey tiene sus raíces en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, las profecías mesiánicas anunciaban la venida de un Rey eterno que gobernaría con justicia y rectitud sobre el pueblo de Dios. El profeta Isaías, por ejemplo, habla de un descendiente de David que establecería un reino de paz y justicia: «El gobierno estará sobre sus hombros, y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz» (Isaías 9:6). Este Rey no sería solo un gobernante humano, sino el Mesías esperado, enviado por Dios para salvar a su pueblo.
En el Nuevo Testamento, la realeza de Cristo se manifiesta claramente en varios pasajes. Jesús mismo habla de su Reino, aunque deja claro que «mi reino no es de este mundo» (Juan 18:36). Sin embargo, al mismo tiempo, es presentado como el Rey de reyes y Señor de señores, cuyo reinado se extiende no solo sobre la Tierra, sino sobre todo el cosmos. La cruz, que inicialmente parecía un símbolo de derrota, se convierte en el trono desde el cual Cristo reina como el Rey victorioso sobre el pecado y la muerte. La idea de la realeza de Cristo es un concepto escatológico, ya que su reinado se manifestará plenamente al final de los tiempos cuando venga a juzgar a vivos y muertos, tal como afirma el Credo.

Cristo Rey y la Misión de los Templarios
Para los caballeros templarios, la idea de Cristo Rey no era simplemente una doctrina teológica abstracta, sino una verdad que tenía implicaciones directas en su vida diaria y en su misión. Los templarios se veían a sí mismos como los soldados de Cristo, comprometidos en la defensa de su Reino y de su soberanía sobre la Tierra. Este sentido de misión se expresaba a través de su vida de oración, su disciplina militar y su compromiso con la protección de los lugares santos en Tierra Santa.
Cristo como Señor y Comandante
Uno de los aspectos más importantes de la vida templaria era su estructura jerárquica, que reflejaba la estructura del Reino de Dios. Para los templarios, Cristo no era solo su Salvador, sino también su Señor y Comandante Supremo. Como caballeros, se comprometían a seguir a Cristo en todas las cosas, sirviéndole con la misma lealtad y obediencia que un vasallo juraba a su rey en la sociedad feudal. Este compromiso con Cristo Rey se expresaba en el voto de obediencia que los caballeros templarios hacían al ingresar en la orden. Obedecían no solo a sus superiores dentro de la orden, sino en última instancia a Cristo, quien era su verdadero Rey.
Este sentido de servicio a Cristo como Rey también se manifestaba en el simbolismo de la cruz, que los templarios llevaban en su vestimenta. La cruz roja sobre el manto blanco no era solo un emblema de la fe cristiana, sino un recordatorio constante de que Cristo había reinado desde la cruz y que ellos, como caballeros, estaban llamados a seguir su ejemplo de sacrificio y entrega. Así, cada batalla que los templarios emprendían no era solo una lucha física, sino una participación en la guerra cósmica entre el Reino de Dios y las fuerzas del mal.
El Reino de Dios en la Tierra
La misión templaria también estaba profundamente influenciada por la idea de que los templarios estaban ayudando a establecer el Reino de Dios en la Tierra. Para los templarios, el Reino de Dios no era solo una realidad futura, sino algo que ya estaba comenzando a manifestarse en el presente a través de la Iglesia y las acciones de los fieles. Proteger Tierra Santa, el lugar donde Cristo había vivido, muerto y resucitado, era para los templarios una forma de defender físicamente el Reino de Dios en la Tierra. Creían que, al proteger estos lugares sagrados, estaban participando en la manifestación del reinado de Cristo en el mundo.
El ideal de la justicia también estaba estrechamente relacionado con esta misión. En un mundo medieval marcado por la violencia y el caos, los caballeros templarios veían su misión como una forma de defender a los débiles y oprimidos, estableciendo la justicia de Dios en la Tierra. Cristo, como Rey justo, gobernaba con rectitud, y los templarios estaban llamados a reflejar este mismo ideal en sus propias vidas y acciones. En este sentido, la Orden del Temple no solo era una organización militar, sino también una expresión del ideal cristiano de justicia y orden divino.
La Espiritualidad Templaria y el Reinado de Cristo
La espiritualidad de los templarios estaba marcada por una profunda devoción a Cristo como Rey. Esto se manifestaba no solo en su vida litúrgica y de oración, sino también en su visión del mundo y de su papel en él. Los templarios no eran simplemente guerreros, sino monjes guerreros, consagrados a una vida de oración y contemplación. Su vida comunitaria se organizaba en torno a la celebración de la Eucaristía, donde participaban en el sacrificio de Cristo y afirmaban su lealtad a Él como su Rey. La Eucaristía tenía una importancia especial en la vida templaria porque era el lugar donde se hacía presente de manera más clara el Reino de Dios. Al participar en el banquete eucarístico, los templarios experimentaban una anticipación del Reino celestial y renovaban su compromiso con Cristo como Rey. En este contexto, la Eucaristía no solo era un sacramento, sino también una reafirmación de la soberanía de Cristo sobre sus vidas y sobre el mundo entero.
Además de la Eucaristía, los templarios también tenían una profunda devoción a la figura de Cristo como Juez y Rey en el último día. Las enseñanzas escatológicas de la Iglesia, que subrayaban el retorno de Cristo al final de los tiempos para juzgar a vivos y muertos, influyeron significativamente en la espiritualidad templaria. Los caballeros templarios vivían con la conciencia de que estaban participando en la batalla final entre el bien y el mal, y que un día tendrían que rendir cuentas ante Cristo Rey por sus acciones.
La Iconografía de Cristo Rey en el Temple
El simbolismo del reinado de Cristo también se manifestaba en la iconografía y arquitectura de la Orden del Temple. Muchas capillas templarias estaban dedicadas a Cristo Rey, y en los frescos y relieves de estas capillas, Cristo era representado como un soberano celestial, sentado en un trono, coronado y rodeado por ángeles y santos. Esta iconografía reforzaba la imagen de Cristo como Rey supremo y recordaba a los templarios su lealtad y compromiso con su Señor.
Además, la imagen de Cristo Pantocrátor, que lo presenta como el gobernante del universo, era común en las iglesias templarias. Esta imagen subrayaba el poder absoluto de Cristo sobre toda la creación y reafirmaba la misión de los templarios como sus servidores en la Tierra.
Concepción de Cristo Rey
La concepción de Cristo como Rey fue un elemento central en la teología y la espiritualidad de los caballeros templarios. Para ellos, Cristo no era solo el Salvador y Redentor, sino también su Comandante Supremo y Soberano Celestial. Su misión en la Tierra, proteger los lugares santos y defender la fe cristiana, se entendía como una participación en la extensión del Reino de Dios, tanto en el plano físico como en el espiritual.
La devoción a Cristo Rey no solo moldeó la vida litúrgica y sacramental de los templarios, sino que también influyó en su sentido de justicia, su disciplina militar y su compromiso con la pureza y la obediencia. En última instancia, los templarios vivían y luchaban bajo el estandarte de Cristo Rey, confiando en su protección y guiados por su ejemplo de sacrificio y servicio. La Orden del Temple, con su lealtad inquebrantable a Cristo como Rey, encarnó el ideal medieval de la caballería cristiana al servicio de un reino celestial que trascendía las fronteras terrenales.
Festividad de Cristo Rey
La festividad de Cristo Rey se celebra el último domingo del mes de noviembre en la Iglesia Católica. Esta celebración fue establecida por el Papa Pío XI en 1925 a través de la encíclica «Quas Primas». La festividad tiene como objetivo afirmar la soberanía de Cristo sobre el mundo y recordar a los fieles que Él es el Rey de todo lo creado.
Oración. Cristo Rey
¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal.
Todo cuanto ha sido hecho Tú lo has creado. Ejerce sobre mí todos tus derechos. Renuevo las promesas de mi bautismo, renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras; y prometo vivir como buen cristiano.
Muy especialmente me comprometo a procurar, según mis medios, el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia. Divino Corazón de Jesús, te ofrezco mis pobres obras para conseguir que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza y para que así se establezca en todo el mundo el Reino de tu Paz. Amen.