Servicio y Fe: La Caridad como Testimonio del Amor de Dios. Voluntariado Templario de la Encomienda de Cádiz
«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia» (Mateo 5:7).
En este primer día de abril, el amanecer nos convoca nuevamente en el comedor social de Valvanuz. Como caballeros templarios de la Orden SmothMit, nuestra misión trasciende la defensa de la fe: somos llamados a encarnar el amor de Cristo mediante el servicio a los más necesitados.
Cada jornada inicia con una oración ferviente, pues entendemos que nuestra labor debe ser reflejo del amor divino. «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Colosenses 3:17). Con este mensaje en nuestros corazones, nos disponemos a transformar este lugar en un refugio de esperanza y dignidad.
Antes de abrir las puertas, preparamos cada espacio con dedicación: limpiamos, organizamos y disponemos todo con esmero, pues cada gesto es una expresión de respeto y amor al prójimo. No solo se trata de alimentar el cuerpo, sino también de brindar consuelo y restaurar la dignidad de aquellos que buscan un rayo de esperanza. «El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del menesteroso, lo honra» (Proverbios 14:31).
Hoy, el menú es sencillo pero preparado con dedicación: potaje de garbanzos, huevos con patatas y, para culminar, una macedonia de frutas. Con organización y entrega, servimos a 50 personas, asegurándonos de que cada uno reciba no solo alimento, sino también una sonrisa y una palabra de aliento. «Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7), y en cada plato servido sentimos la alegría de cumplir con nuestra misión.
No somos meros servidores, sino instrumentos del amor divino en la tierra. «Porque el Señor tu Dios está contigo; él es poderoso, y salvará. Se deleitará en ti con alegría; en su amor te dará nueva vida» (Sofanías 3:17).
Tras diez días de servicio en este comedor, el cansancio físico es palpable, pero la fortaleza que nos otorga el Señor es inquebrantable. No buscamos aplausos ni recompensas mundanas, sino la satisfacción de cumplir con nuestro deber cristiano. «No os olvidéis de hacer el bien y de la ayuda mutua; porque de tales sacrificios se agrada Dios» (Hebreos 13:16).
Al concluir la jornada, elevamos una oración de agradecimiento. El sendero templario es exigente, pero también colmado de bendiciones. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16:24). Así lo haremos, con determinación inquebrantable, guiados por la fe y el amor de Cristo, sembrando esperanza en cada corazón que encontramos.
Que la Virgen de Valvanuz y nuestro Señor Jesucristo sigan iluminando nuestro camino y nos fortalezcan en este noble compromiso de amor y servicio. Pues en cada acto de bondad y compasión reflejamos la luz del Altísimo y damos testimonio de su gloria en el mundo.