«Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis» (Mateo 25:35).
Hoy, martes 25 de febrero, nos reunimos nuevamente en el comedor social de Valvanuz con corazones dispuestos y manos diligentes. Somos caballeros templarios de la orden SmothMit, guerreros de la fe y servidores del Altísimo. Nuestra misión trasciende la defensa de la cristiandad; somos llamados a ser testigos del amor de Cristo a través del servicio a los más necesitados.
Desde la aurora, la oración guío nuestros pasos mientras nos dirigíamos al comedor. No es solo un lugar donde se ofrece alimento, sino un refugio donde los afligidos encuentran esperanza. «El que da al pobre, presta a Jehová, y él le dará su pago» (Proverbios 19:17). Con este pensamiento en mente, nos preparamos para la jornada.
La primera tarea del día fue acondicionar el espacio: limpiar el suelo, preparar las mesas y disponer cada elemento con esmero. Sabemos que el servicio no es solo dar comida, sino hacerlo con amor, dignificando a cada persona que se acerca. Cada plato servido, cada sonrisa ofrecida, son reflejos de la enseñanza de nuestro Señor: «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo» (Lucas 6:38).
El menú de hoy consistió en una Potaje de Alubias como primer plato, Hamburguesas de salmón con verduras como plato fuerte y de postre magdalenas. Con organización y compromiso, servimos a 44 personas, dividiendo la atención en tres turnos. Cada uno de los comensales llevó consigo un pedazo de pan, pero también una palabra de consuelo y un gesto de hermandad. «No os canséis, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaréis, si no desmayáis» (Gálatas 6:9).
Entre los asistentes, una mujer anciana con el rostro surcado por los años nos contó su historia. «Nunca imaginé estar en esta situación,» dijo con voz temblorosa, «pero cada vez que vengo aquí, siento que Dios no me ha abandonado.» Sus palabras nos recordaron que nuestra misión es mucho más que ofrecer alimento material; es alimentar el espíritu, es ser faros de luz en las tormentas de la vida. «El Señor está cerca de los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu» (Salmo 34:18).
Este fue nuestro séptimo día sirviendo en el comedor social de la Virgen de Valvanuz. La fatiga física no nos desalienta; al contrario, fortalece nuestro espíritu. Nos une el compromiso de seguir la senda del Maestro, quien no vino a ser servido, sino a servir. «Y cualquiera que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo» (Mateo 20:27).
No buscamos reconocimiento ni recompensa terrenal. Nuestra labor es una oración en acción, una respuesta a la llamada divina. Cada día en el comedor es una nueva oportunidad para glorificar el nombre del Señor, para sembrar esperanza en aquellos que la han perdido. «Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviera, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará» (Juan 12:26).
Al concluir la jornada, nos reunimos en oración, agradeciendo la gracia de haber podido servir un día más. Sabemos que el camino templario no es fácil; es una senda de sacrificio, pero también de bendición. «La fe sin obras es muerta» (Santiago 2:17), y por ello, continuaremos con determinación, fortalecidos en la fe y guiados por la luz de Cristo.
Que la Virgen de Valvanuz y nuestro Señor Jesucristo sigan iluminando nuestros pasos, y que nuestra orden se mantenga firme en su compromiso de amor y servicio.
✠ 𝔑𝔬𝔫 𝔫𝔬𝔟𝔦𝔰 𝔇𝔬𝔪𝔦𝔫𝔢 𝔫𝔬𝔫 𝔫𝔬𝔟𝔦𝔰, 𝔰𝔢𝔡 𝔑𝔬𝔪𝔦𝔫𝔦 𝔗𝔲𝔬 𝔡𝔞 𝔤𝔩𝔬𝔯𝔦𝔞𝔪 ✠✠✠ FTAT