«El que es misericordioso con el pobre presta al Señor, y él le recompensará por su buena obra» (Proverbios 19:17).
Hoy, martes 18 de marzo, volvemos a encontrarnos en el comedor social de Valvanuz, unidos por un mismo propósito: servir con amor a quienes más lo necesitan. Como caballeros templarios de la orden SmothMit, comprendemos que nuestro deber no es solo empuñar la espada de la justicia, sino también extender la mano al desvalido. En cada acción de caridad, vemos reflejado el rostro de nuestro Señor. «Porque yo os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Juan 13:15).
La jornada comenzó temprano, como siempre, con una oración en comunidad. Nos encomendamos a la Virgen de Valvanuz, pidiendo fuerza y humildad para cumplir con nuestra misión. No es solo un día de trabajo, es una oportunidad de vivir el Evangelio en su forma más pura. «No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad» (1 Juan 3:18).
Antes de la llegada de los comensales, preparamos el espacio con esmero. Limpiar el suelo, ordenar las mesas y disponer cada utensilio es parte de la entrega. Todo debe estar dispuesto con dignidad y respeto, pues no alimentamos solo el cuerpo, sino también el alma. «El alma generosa será prosperada; y el que sacie a otros, también será saciado» (Proverbios 11:25).
El menú del día consistió en ensalada de primero, arroz con carne al toro como plato fuerte y dulces variados como postre. Sabemos que la comida no solo sustenta, también reconforta. Cada plato servido lleva en él el amor con que fue preparado. Atendimos a 56 personas en tres turnos, asegurándonos de que nadie quedara sin recibir alimento y atención. «Reparte tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes alberga en casa; cuando veas al desnudo, cúbrelo» (Isaías 58:7).
Entre los asistentes, una anciana de mirada dulce y manos temblorosas compartió su historia. «Nunca pensé que llegaría a depender de la bondad de otros», confesó con voz quebrada. «Pero cada vez que entro por esta puerta, siento que Dios no me ha olvidado». Sus palabras resonaron en nuestros corazones, recordándonos que nuestro trabajo es más que repartir alimentos; es llevar esperanza. «El Señor es refugio del oprimido, fortaleza en tiempos de angustia» (Salmo 9:9).
Este fue nuestro octavo día en el comedor social. El cansancio se hace notar, pero también la gratitud de quienes reciben nuestro servicio. Como caballeros templarios, entendemos que nuestra vocación es la entrega, el sacrificio y la fe. «El mayor entre vosotros será vuestro servidor» (Mateo 23:11).
No buscamos reconocimiento ni recompensa terrenal. Nuestra labor es una oración hecha acción, un eco de la llamada de Cristo a servir sin esperar nada a cambio. Cada jornada en el comedor es un testimonio del amor de Dios en el mundo. «Dichoso el que piensa en el débil; en el día del mal lo librará el Señor» (Salmo 41:1).
Al finalizar el día, nos reunimos en oración, agradeciendo por la gracia de haber servido una vez más. Sabemos que la senda que seguimos no es fácil; exige entrega, perseverancia y renuncia. Pero también sabemos que no caminamos solos, pues la luz de Cristo nos guía. «La fe sin obras es muerta» (Santiago 2:26), y por ello, continuaremos con determinación, confiando en que cada acto de amor es un paso más en el camino hacia el Reino de Dios.
Que la Virgen de Valvanuz y nuestro Señor Jesucristo sigan iluminando nuestros pasos, y que nuestra orden permanezca fiel a su compromiso de amor y servicio.
✠ 𝔑𝔬𝔫 𝔫𝔬𝔟𝔦𝔰 𝔇𝔬𝔪𝔦𝔫𝔢 𝔫𝔬𝔫 𝔫𝔬𝔟𝔦𝔰, 𝔰𝔢𝔡 𝔑𝔬𝔪𝔦𝔫𝔦 𝔗𝔲𝔬 𝔡𝔞 𝔤𝔩𝔬𝔯𝔦𝔞𝔪 ✠✠✠ FTAT