«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia» (Mateo 5:7).
Hoy, martes 25 de marzo, la aurora nos encuentra una vez más en el comedor social de Valvanuz, dispuestos a servir con corazón generoso y manos dispuestas. Somos caballeros templarios de la orden SmothMit, llamados no solo a la defensa de la fe, sino también a ser testigos vivos del amor de Cristo a través del servicio.
La jornada comienza con oración, encomendando nuestro día a Dios, porque sabemos que cada acción que realizamos debe ser un reflejo de su amor. «Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Colosenses 3:17). Con este pensamiento en mente, nos dirigimos al comedor, listos para convertir el espacio en un refugio de esperanza.
Antes de recibir a los comensales, nos dedicamos a preparar cada rincón con esmero. Limpiamos el suelo, colocamos las mesas y dispusimos cada elemento con la atención que merece un servicio digno. Para nosotros, no se trata solo de alimentar el cuerpo, sino también de dar consuelo y restaurar la dignidad de quienes acuden en busca de ayuda. «El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del menesteroso, lo honra» (Proverbios 14:31).
El menú del día es sencillo, pero preparado con dedicación: ensalada fresca como primer plato, arroz con ternera de segundo y un postre de macedonia de frutas con galletas. Con organización y compromiso, servimos a 51 personas, asegurándonos de que nadie se quede sin un plato en la mesa. «Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7), y en cada plato servido, en cada sonrisa ofrecida, encontramos un gozo que trasciende cualquier fatiga.
Uno de los asistentes, un hombre de mirada cansada, nos contó su historia. Había perdido su empleo y, con él, la estabilidad que tanto anhelaba para su familia. «Es fácil perder la esperanza cuando todo parece derrumbarse», nos dijo con voz quebrada. Uno de nuestros hermanos templarios lo miró con serenidad y le respondió: «Los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán» (Isaías 40:31). En sus ojos brilló una chispa de esperanza, un destello de fe renacida.
No solo servimos alimento; también brindamos palabras de consuelo y escuchamos con paciencia. Entre los comensales, una madre joven con su hijo nos agradeció por el abrigo que había recibido el día anterior. «No solo nos han dado comida, sino también un poco de calor en nuestras vidas», dijo con una sonrisa tenue. Nos recordó que nuestra labor es mucho más que un simple acto de caridad: es un testimonio vivo del amor de Dios en la tierra. «Porque el Señor tu Dios está contigo; él es poderoso, y salvará. Se deleitará en ti con alegría; en su amor te dará nueva vida» (Sofonías 3:17).
Este ha sido nuestro noveno día en el comedor social de la Virgen de Valvanuz. La fatiga física es real, pero más grande es la fortaleza que nos infunde el Señor. No buscamos reconocimiento ni recompensa terrenal, pues nuestra mayor alegría es cumplir con el mandato divino. «No os olvidéis de hacer el bien y de la ayuda mutua; porque de tales sacrificios se agrada Dios» (Hebreos 13:16).
Al caer la tarde, concluimos la jornada con una oración de agradecimiento. Sabemos que el camino templario es una senda de sacrificio, pero también de bendición. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mateo 16:24). Y así lo haremos, continuaremos con determinación, guiados por la fe y el amor de Cristo, sembrando esperanza en cada corazón que encontramos.
Que la Virgen de Valvanuz y nuestro Señor Jesucristo sigan iluminando nuestros pasos y nos fortalezcan en nuestro compromiso de amor y servicio. Porque en cada acto de bondad, en cada gesto de compasión, reflejamos la luz del Altísimo y damos testimonio de su gloria en el mundo.
✠ 𝔑𝔬𝔫 𝔫𝔬𝔟𝔦𝔰 𝔇𝔬𝔪𝔦𝔫𝔢 𝔫𝔬𝔫 𝔫𝔬𝔟𝔦𝔰, 𝔰𝔢𝔡 𝔑𝔬𝔪𝔦𝔫𝔦 𝔗𝔲𝔬 𝔡𝔞 𝔤𝔩𝔬𝔯𝔦𝔞𝔪 ✠✠✠ FTAT